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Hace aproximadamente 6 años las chapas cambiaron la vida de una pareja de Valencia. Yolanda Marín y Tony Maldonado emprendieron con un negocio de productos personalizados al que llamaron Chapéalo. Para ellos, adentrarse en el mundo de la personalización fue una oportunidad que no dejaron escapar.

Se puede considerar que son unos emprendedores natos, sin miedos. Y es que, antes de Chapéalo tenían un bar en conjunto, pero por motivos económicos tuvieron que cerrar. Por eso, cuando la crisis llegó a sus vidas, Yolanda pensó en las chapas para llevar a casa un dinero extra que les pudiera ayudar.

Todo comenzó en los mercadillos medievales de las ciudades y pueblos de Valencia. Yolanda tenía un puesto junto a su hermano donde estuvo vendiendo chapas durante un año. “Estando allí nos dimos cuenta de que la gente pedía chapas personalizadas, por eso decidimos abrir una cuenta en Facebook e Instagram para empezar a vender”, cuentan conjuntamente Yolanda y Tony.

Mientras que Yolanda empezaba a despegar con Chapéalo, Tony tenía otro trabajo. Sin embargo, cuando perdió el trabajo consideraron que era la ocasión perfecta para dedicarle más tiempo a Chapéalo. “Fue una ventaja quedarme sin trabajo porque así pudimos crecer más”, cuenta Tony.  

Así pues, Tony se unió a Yolanda y empezaron a ampliar el catálogo vendiendo también camisetas personalizadas, tazas, jarras, etc. “Los clientes nos iban pidiendo más productos y nosotros teníamos que ofrecerles ese servicio, no podíamos decir que no. Por eso, nos pusimos a aprender otras técnicas como la sublimación”, cuenta Tony.

Chapéalo ha crecido tanto que han pasado de tener solo una máquina de chapas a contar ahora un plotter de corte Cameo 4, la plancha automática Brildor XH-B2N, una impresora de sublimación y una impresora láser. Además, en un futuro tienen pensado hacer invertir y adentrarse en la impresión directa. «Nosotros queremos ofertar cuántos más productos personalizados mejor», asegura Tony Maldonado.

Cuando empezaron tenían las máquinas repartidas por toda la casa, “en la habitación del hijo mayor estaba la plancha y la Cameo 3 dormía con nosotros. Conforme hemos ido creciendo lo hemos metido todo en un almacén, que es ahora nuestro taller”.

Además, el hecho de haber estado trabajando desde casa ha hecho que su hija pequeña quiera aprender a personalizar. “Ella me ayuda con las chapas y a quitar vinilos, que le gusta mucho, así que quizá siga la saga cuando crezca”, asegura Yolanda.

¡Escucha el podcast en este mismo post o en iVoox o Spotify para conocer más sobre la historia de cómo Chapéalo cambió la vida a Yolanda Marín y Tony Maldonado!

También puedes ver el vídeo de la entrevista a través de YouTube:

¡Hasta el próximo post y podcast!